Percy Fawcett: El hombre que murió buscando la Ciudad Perdida de Z
Desde que los españoles se adentraron en la cuenca del Amazonas en la década de 1540, circularon historias sobre una ciudad de riqueza inimaginable, a la que llamaron El Dorado.
En 1925, el explorador y topógrafo británico Percy Fawcett se adentró en la vasta y enigmática selva del Amazonas en busca de una antigua civilización, un lugar que él llamaba la Ciudad Perdida de Z. Este viaje resultaría ser su última aventura, ya que Fawcett, junto con su hijo y el amigo de este, desaparecieron sin dejar rastro. Sin embargo, la historia de su búsqueda ha perdurado a lo largo de los años, inspirando a escritores, cineastas y exploradores a seguir los pasos de este intrépido aventurero.
El inicio de una obsesión
Percy Harrison Fawcett nació en 1867 en Torquay, un pequeño pueblo en la costa de Devon, Inglaterra. Desde joven, mostró una inclinación por la exploración, siguiendo los pasos de otros famosos marineros y exploradores de su región natal. Aunque su infancia estuvo marcada por la falta de afecto, Fawcett encontró en la aventura y el descubrimiento una fuente de pasión y propósito.
A los 19 años, fue comisionado como teniente en la Artillería Real y enviado a diversas regiones del Imperio Británico, donde comenzó a desarrollar sus habilidades de topógrafo. En 1906, la Real Sociedad Geográfica de Londres lo envió al Amazonas, una región que apenas había sido documentada por exploradores europeos. Este encargo marcaría el inicio de su fascinación por Sudamérica y, en particular, por la búsqueda de civilizaciones perdidas.
La Leyenda de El Dorado y el Manuscrito 512
La idea de una ciudad perdida en el Amazonas no era nueva. Desde que los españoles se adentraron en la cuenca del Amazonas en la década de 1540, circularon historias sobre una ciudad de riqueza inimaginable, a la que llamaron El Dorado. Durante siglos, innumerables expediciones se adentraron en la selva en busca de esta ciudad legendaria, pero todas terminaron en fracaso.
Fawcett, sin embargo, estaba convencido de que podía encontrar una civilización perdida, no basada en las leyendas de El Dorado, sino en un misterioso documento conocido como el Manuscrito 512. Este texto, supuestamente escrito por aventureros portugueses en 1753, describía una ciudad en ruinas con edificios monumentales, caminos y una plaza con torres en cada esquina, al estilo romano. Aunque algunos académicos consideraban el manuscrito como una falsificación, Fawcett lo veía como una prueba de que había algo más por descubrir en el corazón del Amazonas.
La búsqueda de Z
A pesar de la inspiración que le brindaba el Manuscrito 512, Fawcett no buscaba la ciudad descrita en él. Convencido por otras fuentes que nunca reveló, el explorador creía que la civilización perdida que buscaba estaba ubicada en la región central y occidental de Mato Grosso, en Brasil. A esta ciudad, le dio el nombre de Z.
En abril de 1925, Fawcett se embarcó en su última expedición, partiendo de Cuiabá junto con su hijo mayor, Jack, y el amigo de este, Raleigh Rimell. Antes de desaparecer, Fawcett envió una carta a su esposa en la que anunciaba que estarían fuera de la civilización durante un año. Sin embargo, nunca regresaron, y el destino de la expedición se convirtió en un misterio que persiste hasta hoy.
A lo largo de los años, numerosas expediciones intentaron descubrir qué le sucedió a Fawcett y a sus acompañantes, pero ninguna arrojó resultados concluyentes. Sin embargo, la historia de su búsqueda ha inspirado a personajes ficticios como Indiana Jones y ha sido objeto de libros y películas, como “The Lost City of Z” de David Grann.
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Curiosamente, décadas después de la desaparición de Fawcett, la exploración de la región de Mato Grosso reveló la existencia de grandes asentamientos urbanos en lo que ahora es el Parque Indígena del Xingu. Este complejo, conocido como Kuhikugu, incluye restos de calles, puentes y plazas que sugieren la presencia de una gran civilización entre 1,500 y 400 años atrás. Aunque la Ciudad de Z sigue siendo un misterio, el legado de Percy Fawcett parece haber encontrado cierta justificación en estos descubrimientos.
Con información de Natgeo.
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